Realmente no había escrito acerca de mi penúltima quimioterapia que fue a principios de Diciembre. Creo que porque no fue tan fuerte como todas las anteriores y me quedé con la sensación de estar esperando lo peor, con una mezcla de temor y ansiedad por algo que no llegó. Obviamente muy positivo para mí. Existieron factores que yo considero importantes que dieron estos resultados. Están los científicos y los religiosos. Y optó por supuesto por los últimos sin menospreciar los primeros. Teniendo en la mente también los incentivos que mis hijos dejaron en un poster que me encanta.
Desde que llegué a San Bernardo comenzaron unos días de suave rumor de verano, en la casa de mis padres pocas cosas han cambiado y mucho se mantiene tal cual. Me agrada ver los árboles que van quedando en el sitio, que prometen dulces frutas para la temporada. El horno de barro que invita a preparar pan amasado o unas ricas empanadas. Al fondo del patio el tesoro mejor cuidado de mi madre…su gallinero. Yo, pienso que las gallinas me odian, debido a que cada vez que yo estoy de visita más de una se sacrifica en nombre de mi salud. Soy la más afortunada con sus huevos y sopas.
Permanezco en la misma habitación que compartí muchos años con mi hermanita, se conserva intacta. Ahora tengo ahí mis fotos por todas partes que me recuerdan que sólo estoy de visita pues mi hogar esta en el norte.
Mientras estoy acá recorro las calles que me vieron crecer y convertirme en mujer. Las mismas que en la infancia me llevaron a mi escuela, donde encontré compañeras y amigas, por donde recogía flores para mi madre al regresar del colegio a casa, calles que me llevaban al mes de María, a la iglesia, las que también recorrí de la mano de un enamorado, en fin un millón de recuerdos que se reviven en forma positiva para seguir recorriendo este largo camino que me tiene aquí. El cariño de la gente también lo he podido sentir en las antiguas vecinas y en las pocas amigas que viven aún por estos lados.
Como Lucy, mi amiga que a pesar de las vicisitudes de la vida sigue conservando su alegría para enfrentar el día a día. La admiro porque no ha perdido esta magia que a uno la hace especial para los demás y que a veces los que la rodean no la valoran. Es una persona de conversación llana y abierta. Muy buena dama de compañía como se autodenomino para acompañarme en el hospital en mi quinta quimioterapia.
Aunque ella sabía que quizás no sería fácil, creo que las dos quedamos asombradas por lo que ocurrió…
Una semana antes de la quimioterapia, en mi mente pululaba la falta de aceptación a este trámite impuesto por la mano de Dios.
En mi interior le decía a
La aceptación. Sé que es difícil. Sobre todo porque sabes que vas al sufrimiento. Voluntariamente. Libre albedrío. Igual que todo en la vida de un cristiano.
Pues bien, estos días previos siento que tuvieron una respuesta inesperada. Fue una de las quimioterapias que he soportado de mejor manera, no quiero sonar incoherente, aunque no soy merecedora, pero sentí como la protección de mi querida madre
Mi amiga Lucy, se autodenomino “dama de compañía”, y así lo fue toda una dama que me acompaño y compartió conmigo como hacía muchos años no lo hacíamos. Reencuentro de viejas amigas, que se conocen desde los tiernos años de la infancia y que la vida nos ha conducido por caminos diferentes, pero con las mismas ganas de salir adelante y de vivir profundamente la vida.