05 enero, 2008

Noche Buena, Navidad, La Tirana, Matilla y Pica

Los días en Iquique pasaron volando…compartiendo con mis hijos, con mis nietos, cocinando para ellos, aprovechando algún tiempo con las amistades, con mis compañeros de oficina, disfrutando del exquisito clima que tiene Iquique en este tiempo y del placer de estar en casa de regreso al hogar.

La preparación para Noche Buena, la misa en nuestra capilla Espíritu Santo en Playa Brava, la cena junto a la familia, luego la búsqueda del Viejito Pascuero para los niños. Son recuerdos hermosos, que guardo en mi corazón.



Al día siguiente un viaje esperado por mí, llegar hasta los pies de mi querida Virgen del Carmen allá en La Tirana. Tuvimos suerte estaban en la celebración de Navidad con bailes de pastorcitos y presidida por nuestro obispo Marcos Ordenes.


Mientras se despedía de sus feligreses y terminaba la misa me fui acercando al Santuario donde esta la Virgen, las escaleras que conducen a ella, fueron por primera vez en mi vida las más pesadas que he subido, no entiendo porqué, pero al ir subiendo cada una de ellas, en mi mente comenzaron a pasar uno a uno los meses en que he estado afuera, con sus quimioterapias y todo. No pude evitar lo que fue sucediendo a continuación… millones de lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, sin poder evitarlo, en una emoción que nunca antes había sentido tan profundamente. Si aún ahora que lo recuerdo me vuelvo a emocionar. Lo que cruzaba por mi mente, se lo iba diciendo a ella querida Virgen aquí estoy, vengo a darte las gracias y vengo a pedir por mí, a entregar mis miserias a cambio de nacer de nuevo. Llegué hasta su altar, la contemple y no pude el peso de mi cuerpo caí de rodillas bajo sus pies. En ese momento sentí a mis hijos a mi lado, abrazándome y llorando conmigo. Fueron momentos muy íntimos en que se conjugaron los fuertes lazos de amor que nos unen, a mí, con mis hijos con mi esposo, con mis nietos, bajo la mirada de nuestra querida Virgen de la Tirana.



Una vez llenos de todo este maravilloso espíritu, que permanece en mi familia y nos da fuerzas, seguimos nuestro camino. Profundamente agradecida de poder haber estado frente a esta imagen que me ha acompañado todo este tiempo.



Nos dirigimos a Pica, pasamos por Matilla visitamos su iglesia reconstruida hace poco y pudimos ver lo hermosa que esta. En una esquina del pueblo un viejito se acercó a Javier y le ofreció mangos frescos recién cortados. Así es que compramos muchos mangos. Aromáticos, dulces, carnosos y muy sabrosos.



Llegamos a Pica, donde buscamos un lugar para almorzar, y a pesar de la demora valió la pena, pues todos quedamos muy satisfechos con los tremendos platos que nos sirvieron.



Seguimos rumbo a la Cocha para refrescarnos un rato en sus aguas semi-termales, donde todos disfrutamos del agua y de sus socavones.






La despedida…



Aunque habiéndonos preparado para este día, no es fácil alejarse de los seres amados y todas las que sean madres me entenderán. Y las que tengan un ser amado también. Abrazos, besos, lágrimas, todos reunidos a mí alrededor y yo sólo pidiendo que se mantengan unidos, que eso no cambie nunca. Y ellos con mucha emoción lo prometen…y me dicen que no me preocupe y vuelva luego.


Me voy de la mano de mi esposo, quien me acompaña en esta última recta final de este camino…a mi mente me viene la frase que hace 28 años escuchamos, en la salud y la enfermedad y se hace más real ahora que lo vivimos.


Dejamos a nuestros hijos, que se ven grandes, encaminados en la vida, pero siempre serán… nuestros niños.