Bueno, heme aquí sentada en un rincón, un lugar especial de mi casa, frente al computador...ha pasado mucho tiempo desde que escribí la última vez...los hijos estan grandes, ya todos se recibieron, son profesionales, una gran bendición para una familia de esfuerzo como nosotros, que en base a puro esfuerzo y trabajo sacaron sus hijos adelante, para que fueran independientes en la vida.
Contenta, tranquila, sigo trabajando, por la vida, por los temas pendientes que siempre quedan. Días de ajetreo, días de stress, días de agitación, días donde me impongo detenerme para saborear el diario vivir, para agradecer, para no olvidar que Dios siempre me escucha y esta conmigo, que la madre de Jesús es una madre universal que me entiende y que me acurruca como lo haría la mía. Estoy pronta a cumplir un año más de vida y podría ser como cualquier cumpleaños la diferencia esta, en que estoy de alta del cáncer, de la enfermedad que da pánico sólo mencionar su nombre...pero ya no; somos amigas, convivimos juntas por largo tiempo y sabemos que podemos vivir bajo el mismo cielo. Porque gracias a esa enfermedad, puedo mirar con más amor a mis hermanos, no sólo de sangre, a mis padres, a mis hijos, a mis nietos, a mis amistades, al mundo en el que respiro. Y debo pensar que no hubiera sido necesario pasar por todo esto para disfrutar más plenamente de la vida en sí misma. Ya no hay preguntas, no hay incognitas, simplemente el deseo ferviente de llegar a ser una dulce abuelita ancianita que va a misa acompañada de su esposo, a un ser humano que camine por la playa disfrutando de la brisa marina, y que tenga la satisfacción de seguir siendo una buena profesional en lo que hace y lo más importante de tener la enorme dicha de ver crecer a sus nietos y envejecer junto al hombre que ama.